Módulo 3: Tres poemas de Cecilia Meireles (trad. Marisa Negri)
Canción
Puse
un sueño en un navío,
y
el navío sobre el mar;
abrí
el mar con mis dos manos
y
lo hice naufragar.
Tengo
las manos mojadas
de
azul y olas entreabiertas;
color
fluye de mis dedos
tiñe
arenas desïertas.
El
viento vino de lejos,
la
noche, curva de frío;
bajo
el agua va muriendo
mi
sueño, y en su navío…
Lloraré
lo necesario
para
hacer la mar crecer,
el
navío se irá al fondo,
sueño,
a desaparecer…
Luego
ya, todo perfecto:
playa
lisa, lisas aguas.
Ojos
secos como piedras,
y
mis dos manos quebradas
de Viaje (1939)
Uno
El
rumor del mundo va perdiendo fuerza,
y
los rostros y las palabras son falsos y aislados.
El
tiempo inconstante huye por las esquinas
de
vidrio, de seda, de abrazos difusos.
La
luna que llega trae otros convites:
inclina
en mis ojos el celeste mapa,
desmorona
los puños crispados del día,
diseña
caminos, transparente y abstracta.
Árboles
de la noche…Pensamiento amante…
-Transpórtame
a la sombra, en la altura profunda,
los
campos felices donde se desprende
el
límite diurno de cada criatura.
Es
la noche sin ellos…Inocencia eterna,
libre
de muertes y de nacimientos,
pura
y solitaria, olvidada, ajena
mudamente
abierta al último viaje.
Yo
misma no veo quien soy en la alta noche
no
creo que SEA: perduro en la memoria
a
merced de los vientos, de las brumas nacidas
en
los durmientes lagos que la luz de la luna evapora.
Recibo
tu nombre también dividido,
quebrado
en los diques, llevado en las flores…
¿Quién
sabe tu nombre, - tan lejos, tan tarde,
tan
fuera del tiempo, del reino de los hombres..?
Dos
La
noche nítida me abrazaba
la
alta, la vasta noche extranjera,
y
después a sus oídos murmuraba
“No
quiero dormir más, nunca más, Noche, esparce
nubes
de estrellas sobre las planicies detenidas,
sobre
los sinuosos canales, balanceantes y fríos,
sobre
los parques inermes donde la bruma y las hojas enrojecidas
sienten
llegar el otoño y, reunidas esperan
su
ley, su suerte, como las pobres figuras humanas”
Y
después a sus oídos murmuraba:
“No
quiero dormir más, nunca más, quiero siempre
más
tiempo para mis ojos – vida, arena, amor profundo…-
conchas
de pensamiento soñándose desiertas”
Y
la noche me decía: “Ven conmigo entonces, al viento de las dunas,
ven
a ver qué recuerdos aletean en la frente quieta del sueño.
y
los párpados lisos, y él pálido rostro, y el labio quieto
y
las libres manos de los vagos cuerpos adormecidos!
Ven
a ver el silencio que teje y desteje órdenes sobrehumanas
y
los nombres efímeros de todo lo que desciende en la franja del horizonte!
Oh!
Los nombres…-en la espuma, en la arena,
en
el límite incierto de los mundos,
plácidos,
frágiles, entregados a su hora breve,
irresponsables
y suaves, flotando, flotando
en
la sombra de las almas,
suspiro
de la primavera en el borde súbito de los meses…”
Y
el lenguaje de la noche era viejísimo y exacto
y
yo fui con ella a través de las dunas, a través de los horizontes,
entre
molinos y barcos, entre mil infinitos nocturnos lechos.
Mis
ojos andaban más lejos que nunca
volaban,
ni cerrados ni abiertos,
independientes
de mí,
sin
peso alguno, ni oscuridad,
y
leían, leían, leían lo que jamás estuvo escrito
en
la leve soledad del tiempo, y sin ninguna esperanza,
- ninguna.
de
Doce
nocturnos de Holanda (1952)
Traducción: Marisa Negri
Traducción: Marisa Negri
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